Crónicas Roleras #1
No sé cuándo me empezó a interesar el rol. Creo –sin ambages- que el geekismo es un combo y que es todo un universo de hobbies el que te sentís ¿obligado? a conocer y apreciar.
Jack of all hobbies
Alguno te llegara más que otro, pero no deja de ser un todo más o menos mancomunado que van de la manito a todos lados. El geek promedio esta un tanto forzado a ser gamer, comiquero, fan del sci-fi, otaku, lector de fantasía heroica, rolero, consumidor de boardgames, adicto a los TCG. Me quedo corto porque se podría comentar un largo rato sobre la infinitud de intereses que podemos tener.
El Rol, o con su nombre de documento: “los juegos de rol (de mesa)” es uno de los más relevantes del vasto grupo. No hay una razón específica. Si dijéramos que es por su antigüedad sería un error mayúsculo. Todos los hobbies que nombre tienen más o menos su misma edad.
En principio, y solo en principio, creo que es más importante el ingrediente psicológico que tiene el rol sobre sus jugadores. Pensemos en el geek (o nerd, en este tramo es indistinto) clásico. El rolero prototípico de principio de los 80s. Dungeons & Dragons le permitía por un rato ser alguien distinto. Un valeroso guerrero. Un mago sabio y tal vez algo sinuoso. Un explorador aventurero. Cualquier cosa menos ese muchacho que en la cultura general era representado de manera estrafalaria y vergonzosa. Recordemos un momento aquella funesta saga de películas llamada La Venganza de los Nerds que son un poco el mortero desde el cual se construyó el estereotipo aunque existiese desde 1950.
Participar de una mesa de rol posibilitó que el nerd se olvidara por un rato que en la escala social le había tocado una situación ingrata solamente por no sufrir escolarmente y practicar hobbies extradeportivos. La representación negativa que recibieron empujaron a los representantes históricos del nerdismo a buscar hobbies mas comunitarios para combatir el ostracismo que no siempre era buscado.
Todo por 2 pesos
Aparte, no es un hobby caro. Es raro jugar rol como se hace en los ahora modernos streams o canales roleros. Si bien los manuales de D&D son caros, tampoco es normal comprarlos. No fue hasta después de mis 30 que vi uno real y no eternamente fotocopiado.
En el Sarandí de principios de milenio, en una casona cercana al Alto Avellaneda donde vivía el único de mi grupo de amigos que tenía internet, fue que descubrimos mas o menos como jugar.
–“Dados… de ¿20 caras?”– preguntó Pablo, que ese mismo año comenzaría a trabajar en el peor ciber de Avellaneda dispuesto a recibir hordas de orcos counterstrikeros.
–“Eso dice ahí”– comenta Aníbal.
–“¿Pero qué? ¿Son especiales?”– pregunto yo.
–“No me queda claro”– dice Juan que lee la fotocopia por sobre el hombro de Aníbal.
De una repisa, Pablo toma un cubilete con cinco D6 normales.
–“¿No podemos usar tres dados de 6 y el que máximo sea 18?”
–“Podemos”– responde Aníbal –“Pero la falla crítica sería imposible. O habría que modificar el reglamento y que sea 3.”
Así armamos nuestra primera mesa de rol en la cual utilizamos personajes de un juego de mesa que veníamos creando con los mismos integrantes y Martín, que era el que mejor entendía todo sobre el tema pero ese día no pudo participar.
Por supuesto, fue un desastre. Yo asumí las tareas de master sin entender un pomo absolutamente nada. Casi todo fue armado en el camino y tuve que (sin conocer el concepto) railrodear durante gran parte de la sesión porque no tenía nada de antemano. La única razón por la cual terminé en el asiento del master fue porque mis amigos sabían que me gustaba escribir e inventar historias. No tengo ni tenía ninguna otra habilidad. Es discutible que sea una aún hoy.
El rol abriéndose camino
Las juntadas de rol eran muy espaciadas. Como adolescentes teníamos otros intereses, muchos de ellos geekies: el Counter en el ciber, el Truco, juegos de mesa, e incluso el Póker. Las mesas de rol tenían que competir con amores antiguos y salía perdiendo por su cantidad de preparación. No obstante, sucedían. A veces incluso con algo mas de éxito.
Ya relevado de mi posición de master por Martín, las veces que jugamos fueron experiencias mas notables. El universo, creado intelectualmente por todos en el grupo, pero construido en las palabras por mí, me puso en el rol de Myst que era, a todas luces, un choreo al Legolas de las películas de Jackson. Sepan entender, año 2001/02, La Comunidad del Anillo nos había dejado tarados. En un mundo pre internet en todos lados y pre concepto de hype, esperábamos Las Dos Torres como si estuviéramos en el 2018 en la fila para ver Endgame.
Myst era un ser símil elfo cuya ballesta hacía estragos entre las filas enemigas dispuestas a conquistar el Universo de los personajes. La diversión creció de forma disparatada cuando el hermano artista de Martín hizo dibujos de cada personaje. Podíamos ponerle rostro a esos personajes y disfrutarlos de una forma mas cercana.
Pasaron algunos años, luego de terminada la secundaria para que reviviera el hobby en mi, pero eso quedará para la próxima crónica. Hasta la próxima.
De Boca. De Marx. Del Sur al Fondo.
Redactor. Músico. DT. Militante.
1 Comment
Por tu edad y la época estimo que también arrancaste con AD&D? En mi caso también mi primer gran PJ fue un ripoff de Legolas, menos esforzado en disimularlo (usaba arco en lugar de ballesta y su nombre era Galegas)